La rata.
Juana viene temprano acompañada de su hijo
porque esta madrugada le ha mordido una rata.
A Juana se le pasó la edad de la escuela, también se le pasó la edad de los bailes... y en su casa nunca hubo intimidad.
Una vez presa en su propio nido fue fácil que su
cuñada, de mal carácter, soltera, mayor y muy aburrida de no hacer nada, se
instalará allí y formara pronto parte de
las personas a las que Juana debía cuidar.
En casa la esperan ellos, sentados como
estatuas, hace tiempo decidieron
dejarse llevar, no se mueven porque prefieren que los muevan, no comen si no
les dan de comer, y cada día permiten que Juana supla sus necesidades más y
más, con las persianas echadas todo el
año, ambiente frío aunque haga calor, quejidos constantes y exigencias hacia
quien les dedica su vida entera.. Ella lo hace todo, y si algo está mal... también es culpa de ella.
Están
enfermos de la vida, y eso no lo curamos los sanitarios, de hecho, cada día están peor. Su cuñada, por la vida que no ha vivido, que no supo gestionar,
su soltería mal llevada y su paso por la madurez y ahora la amargada senectud, y
él, su marido, enfermo también de la vida que ya no quiere
vivir, porque no se adapta a no ir lejos, ahora que sus piernas con dificultad lo aguantan y sus pulmones, heridos por el tabaco no le responden bien, y aunque su casa es grande y tiene un gran patio soleado no es lugar para el hombre de ayer, la casa es cosa de la mujer, piensa despierto pero con los ojos cerrados, como un niño que finge que no está. . No se adapta a que a estas alturas de la vida Juana “valga” más que él. Porque Juana disfruta
cada día en el mercado, se siente libre cuando sale por la puerta aunque luego
tenga que volver. Disfruta cuando puede comprar
muchas cosas que no tuvo en otros tiempos y por unas escasas horas alguien en
casa la sustituye, tiene libres dos horas tres
veces a la semana, una gran ayuda que le
proporciona la Ley de Dependencia y que Juana saborea cada mañana con orgullo y así la vida se sobrelleva, Juana se siente reconocida y valorada como nunca en su papel.
Esta foto la tomé en le patio de Juana, la abeja trabajaba, como ella, Le sugerí que podía adoptar un gato para alejar a las ratas y le pareció buena idea, estuvimos hablando. Antes las culebras se comían a las ratas porque entraban en sus madrigueras, pero los hombres decidieron perseguir y dar mala muerte a las inofensivas culebras insultándolas, llamándoles "bichas" y creando historias sobre ellas. También el hombre le hizo la vida difícil a los búhos y autillos, grandes comedores de ratas. Y por último en el pueblo llaman loco al que alimenta a los gatos callejeros, y hay niños que los apedrean. Conclusión , las ratas viven demasiado tranquilas.
Hasta pronto.